
amigos:
este año pasaré mi cumple, 20 de marzo, navegando por el norte
ya nos veremos a mi retorno y celebraremos mi octava de cumpleaños.
MAR DE LOS ALUCINADOS
i
Cuando en esas noches,
sientas nostalgia por ciudades que nunca visitaste,
y la memoria al atenderte con sus vivos colores,
deje que entreveas callejones empedrados,
jirones ruinosos,
consumarás los actos preparatorios.
Cuando en esas noches,
siento nostalgia por ciudades que nunca he visitado,
las arenas bajo mis párpados se humedecen,
mareas hipnóticas las delatan
y me traen a sus playas
como una brisa impasible y silenciosa.
Si descubres en los estranes
el viejo rastro de los rieles
y si estos penetran entre pálidos acantilados
anticipa una ciudad.
Anticipa sus solares salitrosos,
sus calles invadidas por la arena.
Un faro, útil tan sólo a la desgracia
ha de guiarte
a una iglesia miserable y muda
a sus naves arrancadas,
a sus murales dolorosos:
Pedro, quien lleva una aureola de moho,
sostiene desorbitado una red repleta de pesadillas,
peces odiosos y de monstruosas mandíbulas.
El mar ha invadido rabiosamente
el resto de los murales.
Al pie de ellos
retorcidos candelabros
desconsoladas velas,
repiten oraciones silenciosas
y temen a las voces del agua,
las voces de los nuevos inquilinos.
Si sigues el rastro de muerte de los tranvías,
llegarás donde estos esplendidos escualos,
cuya trágica y obscena condición de sus vagones,
propician letrinas y el amor de los adolescentes,
así como la cópula de aves nocturnas
y el juego de las escondidas.
Al volver la vista a los acantilados
anticipa a los habitantes de esta ciudad.
Sé que conoces sus penitencias
Sé que conoces sus oraciones.
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