Reseña

Por José Ruiz Rosas



La estrella que acompañamos en su viaje a lo insondable da la mayor calidez a nuestras existencias: la calidez del amor en todas sus formas materiales, espirituales y poéticas, que es por donde toman sus infinitas rutas nuestras incesantes motivaciones psicológicas.

Los poetas buscamos dónde ubicarnos cuando, en uso de nuestros derechos poéticos, salimos a lo inexistente, y ahí ocurre la poesía porque nos desplazamos a todas partes y de cada una extraemos una palabra o una frase que va formándola.


Todos lo hacemos pero sólo unos pocos lo tomamos en serio y lo utilizamos.

Diego Lazarte lanza su poesía al espacio y la prologa con un bello y minucioso planisferio de nuestra estrella madre al cual llama Radioemisiones; y luego se sumerge en diez psíquicas obscuridades, gemelas cada una de ellas, que siente arder en su rostro y explora poéticamente la superficie y la vida del astro del cual depende nuestra existencia y la de todos los reinos del planeta al que habitamos.

Al comienzo nota un acantilado en el que hay un amor femenino que lo atrae y lo atrae, y al final advierte una hondura insondable que contiene terriblemente el miedo, el miedo del que todos somos presa en los peores instantes de nuestras vacilaciones humanas, porque cada miedo es el espejo de cada soledad y la soledad algo como el espíritu de cada poeta.

Es ese mapa con diez islas de la negrura que nos sorprende y asusta el que va explicándonos la poesía de Lazarte, al internarnos en la radiante luminosidad con que nos guía, descubriendo el poeta mensajes que interpreta en los lenguajes hermosos del amor, aunque antes de llegar al miedo final, casi letal, aparezca de pronto la antítesis del amor: el odio.

Por esos planos desdoblados enrumba la poesía de Lazarte acaso esperanzada en ver en los ensueños “un faro que nos deslumbre con sus oscuridad”, sea que piense en la muerte o en el amor o que avance lleno de miedo pero intuyendo los resplandores del diamante en las profundidades del carbón. Dejémonos llevar por Lazarte en este viaje a bordo de este mapa por cuyos vericuetos asomamos y seguiremos asomando los seres humanos desde mucho tiempo antes y después de estas existencias nuestras, cien mil grados a babor y a estribor hasta llegar a la vigilia perpetua.

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